La historia de esta obra, como en tantas otras, se va desarrollando en el tiempo.
En una primera fase se construyó un porche agrícola ejecutado por una escuela taller. La gestión del agua tenía que crear un circuito que aprovechara el agua y al mismo tiempo la fuera mejorando con tratamientos naturales. La construcción, adaptada a la normativa de suelo rústico, era ruda y contundente con un porticado de hormigón blanco con distintos ritmos para los diversos usos.
Años después, en una segunda fase, se transformó en aulas de formación, manteniendo sus cualidades de transparencia y permeabilidad al paisaje.
Dos grandes espacios (aulas) dan lugar a múltiples actividades, pudiéndose abrir casi totalmente a la naturaleza en épocas templadas. Un porche exterior totalmente dando a sur permite actividades en verano. Unos cubículos de bloque de hormigón tintados en masa albergan pequeños usos de apoyo (baños, almacenes, instalaciones). El carácter desenfadado e informal, junto con la apertura al paisaje, hacen del espacio resultante un lugar especialmente acogedor.
